Hace unos días, por “casualidades” de la vida, me volví a encontrar con este Gran Amor que hace unos 10 años me volvía loca….
Al instante, brotaron a borbotones en mi cabeza toda la pasión, la locura, los viajes, los celos, toda la historia vivida juntos.
Como la mayoría de las relaciones muy apasionadas, ésta se fue apagando igual de rápido que se encendió, dejando atrás otro desamor en mi vida, pero también recuerdos dulces envueltos en la magia del estar enamorado.
Al volvernos a ver al cabo de tanto tiempo, parecía que todo lo malo se fue difuminando y un entendimiento más maduro, más profundo de la vida había dejado atrás toda desagradable vivencia, para dejar florecer los recuerdos más bonitos del tiempo vivido juntos. Después de ponernos al día con los aspectos más recientes de nuestra vida, sin hablar casi, solamente desde las miradas, decidimos escaparnos unos días juntos al mar. Siempre el mar estuvo presente en nuestra relación pasada, y era como volver atrás en el tiempo buscando esta chispa de nos unía.
Como dos adolescentes fugados de casa, dejamos atrás nuestras vidas diarias y, cada uno con nuestra mochila, tomamos un tren al mar.
Un viaje más hacia dentro que hacia fuera.
Hacía tanto tiempo que no tomaba el tren, que el propio trayecto era como un viaje al pasado.
Los días que vivimos juntos fueron tranquilos y serenos, de amor, cariño y cuidado, cada uno en su mundo pero también compartiendo ratos bonitos.
Fue mirándonos el uno al otro que descubrimos lo que realmente el Amor debería ser: compartir sin apegos, amarse desde la libertad, vivir el momento y no pensar para nada en el porvenir, simplemente estar, Ser.
Para los dos estos días fueron como un respiro de aire puro, una vuelta a uno mismo sin quedarse en el pasado.
Los momentos pasaban veloces y estaba sorprendida de verme tan serena en la presencia de alguien con quien viví tantos altibajos.
Y, de pronto, me di cuenta de que no era él sino yo la que había cambiado mi forma de ver las cosas, el modo de mirar la Vida.
Ensimismada, pero bien acompañada, dejé de rendirme al porvenir de la vida, me entregué a tratar al otro desde el presente, sin apegos, sin anhelos y sobre todo sin expectativas.
Y todo ésto le brindaba a la experiencia un Ahora tan Valioso, que sentí que yo ya no elegía experimentar la vida, sino que la Vida sencillamente me habitaba a mí.
¡Qué bien se siente vivir el Presente!, pensaba…
Al despedirnos, por un segundo mirando atrás, me salí de mi misma para darle un gran abrazo, queriendo como atrapar aquel momento para siempre.
Pero al instante recordé el precio a pagar por ello, alejarme nuevamente de mí.
Así, volví a mí, retorné a ese hogar del corazón donde nadie te falta ni nada te sobra.
Por Simo Sunshine